La ciudad: Un análisis teórico desde la psicología ambiental

Serafín J. Mercado D.

Alejandra Terán A.

Ana Maritza Landázuri O.

UNAM


 

RESUMEN

Se analiza la ciudad como un sistema de escenarios conductuales conectados por vías de comunicación, que, a su vez, son escenarios conductuales para la movilización de personas y productos.

Se explica el papel como escenario conductual de calles y plazas con su equipamiento.

Se analiza el rol del intercambio comercial de bienes y servicios en la determinación de la dinámica de la ciudad, así como el papel del transporte de personas y objetos en este proceso.

También se consideraron los procesos cognitivos en relación a la ciudad, tales como percepciones, representaciones, valoraciones y los procesos emocionales implicados, como la identidad.


SUMMARY


The city is analyzed as a system of behavioral settings connected by communication paths. These, in turn, are behavioral settings for the mobilization of persons and products.

The function as behavioral setting of streets and squares, with their furnishings is explained.

The role of the exchange of goods and services is analyzed in relation to the determination of city’s dynamics; as well as the determination of people and object’s transportation in this process.

Cognitive processes in relation to the city, such as perceptions, representations, and valuations and their related emotional reactions, such as identity, were examined.


La ciudad es un fenómeno típicamente humano. Implica el asentamiento de un gran número de seres humanos en un área relativamente reducida. Tenemos que estos asentamientos, de una mayor dimensión que los campamentos o las villas, aparecen en la Mesopotamia 6000 años aC; estando asociados al desarrollo de la agricultura y el comercio. En México los asentamientos urbanos datan de hace unos 2200 años, con la ciudad de Cuicuilco, cuyos habitantes construyeron la famosa pirámide que fue sepultada por la erupción del volcán Xitle (Garrido, J.B. hoja web).

Las ciudades a lo largo de la historia han tendido a crecer, creándose en la actualidad megaurbes como la de Tokio o la de la Ciudad de México. La población humana ha pasado, con el curso de la historia, a ser de primordialmente agrícola a fundamentalmente urbana. Podemos entender esto en términos de que los sistemas de la agricultura y la ganadería son cada vez más eficientes y, por tanto, requieren menos fuerza de trabajo y a su vez, las ciudades, con la industrialización, ofrecen cada vez más empleo, ya sea directamente o en el comercio y los servicios. Es más, ofrecen oportunidades para actividades marginales, como la mendicidad, la prostitución o claramente antisociales como el robo, asalto o actividades dentro del crimen organizado. El gran número de habitantes y la complejidad propia de las ciudades crean una situación de anonimato, favorable a este tipo de ocupaciones.

Por otra parte, el desarrollo de sistemas de transporte automotor, como automóviles, autobuses y Metro han hecho posible mover masa de población sobre distancias considerables. Esto permite que los lugares de residencia se encuentren a distancia considerable de los sitios de trabajo, dando lugar al crecimiento descomunal de la ciudad moderna.

Esto genera una estructura muy compleja, con muchas clases de lugares y conexiones entre estos, movimiento de gente y objetos, así como, entrada y salida de personas, materia, energía e información. Es decir, se crea un sistema.

Desde el punto de vista de la psicología ambiental cabe considerar que una ciudad es un conjunto de escenarios conductuales (Bakrer, 1968) interconectados por vías de diferente naturaleza y magnitud. Esto hace que existan gran cantidad de edificios que atienden a las más diversas funciones sociales, sirviendo a sus correspondientes instituciones sociales. Para el habitante de la ciudad, el problema consiste en desplazarse de un sitio a otro a fin de realizar las diferentes actividades.

Barker (1968) desarrolló el concepto de escenario conductual, el cual se define como un lugar diseñado y equipado adecuadamente para permitir cierta actividad social, de tal manera que lugar y conducta se encuentran intrínsecamente asociados. El lugar, la conducta de los habitantes y el programa de la cultura están estrechamente vinculados, de tal manera que la conducta de cierta clase, tiene lugar en cierto lugar físico de acuerdo con lo estipulado por las concepciones, costumbres, valores y creencias de la cultura. Esto implica que el comportamiento de las persona es más predecible por el escenario conductual en el cual se encuentran en un momento determinado, que por cualquier otra variable.

Los lugares están diseñados de modo que alberguen adecuadamente las actividades vinculadas con ellos y están equipados con el mobiliario y otros aditamentos que hagan factible su función.

Por supuesto, los escenarios conductuales van cambiando su diseño de acuerdo con las normas de la cultura y la evolución de la tecnología. En época de los sumerios una oficina tendría bancos y una mesa donde habría barro y los estilos que se usaban para escribir documentos y llevar inventarios y contabilidades, así como un horno para cocer las tabletas. Más tarde el barro sería sustituido por papel y los estilos por plumas de ganso y, posteriormente, la pluma de ganso sería reemplazada por una plumilla de metal inserta en un mango de madera. Eventualmente aparecería la máquina de escribir y actualmente encontramos en su lugar la computadora, con su impresora multifunción al lado.

El hecho de que el equipamiento de un lugar se adecue a los requerimientos del escenario en cuestión, genera una relación que Barker denominó sinomorfia. La sinomorfia se refiere a que los equipamientos existentes corresponden a lo que posibilita o, al menos, facilita la actividad que se desarrolla en ese tipo de escenario. Así, una cantina tendrá un mostrador donde se sirvan las bebidas y tras el cual se preparan las mismas, por lo cual habrá anaqueles para las botellas y vasos y copas y los aditamentos para preparar las más refinadas; en tanto que en un aula hay mesabancos, mesitas con sillas o sillas con paleta para que los alumnos se sienten y apoyen sus libros y sus cuadernos. Seguramente habrá un escritorio para el profesor y un pizarrón.

Esta idea tiene una relación muy estrecha con lo que Gibson (1979) denominó los ofrecimientos1, que consiste en el hecho de que las superficies que rodean al sujeto le proporcionan una serie de oportunidades para comportarse. De este modo el piso ofrece la oportunidad de caminar, una escalera de subir o bajar, un techo y paredes con una entrada brindan refugio al igual que una caverna.

Varios investigadores han usado este modelo para explicar el uso de características del entorno. Si bien esta respuesta es supuestamente innata (idea sometida a prueba por E. J. Gibson y R. D. Walk (1960) quienes mostraron la evidencia de la evitación de un precipicio visual: hacían caminar a niños pequeños sobre una superficie entre dos mesas unidas por un vidrio colocado encima de un vacío, los menores evitaban transitar por el vidrio, a pesar de que no corrían riesgo alguno de caer) sabemos que media una buena dosis de aprendizaje en la adquisición de las respuestas a las diferentes superficies.

Además, en nuestro entorno hay muchos otros artefactos que ejercen ofrecimientos como una computadora, los cuales realmente no tienen sentido si no hay una comprensión de su función. Podemos pensar que la función de los muebles y del equipamiento es generar los ofrecimientos requeridos por el escenario y que esto suscita la sinomorfia entre el lugar y la conducta que se espera en él.

Lo que es de interés para este trabajo, es el hecho de que la ciudad es un conjunto mayúsculo de escenarios conductuales, unos públicos y otros privados conectados por otra serie de escenarios diseñados para posibilitar el tránsito peatonal y vehicular: calles, avenidas y viaductos.

Además existen otros tipos de escenarios, como las plazas, que permiten otras funciones como el establecimiento de los mercados2, las concentraciones para solicitar algo, manifestar apoyo o repudio político, las fiestas religiosas y, en algunas partes para la socialización. En algunas poblaciones de la República Mexicana, por ejemplo, los domingos las chicas y los chicos en edad casadera circulan alrededor de la plaza, en sentidos opuestos, con lo que se ven, se saludan y se coquetean, bajo la mirada atenta de los padres, sentados en las bancas ubicadas alrededor.

Las plazas tienen, además, una función perceptual, pues crean un gran espacio que se ve resaltado por los edificios que le rodean y que pueden tener funciones gubernamentales, religiosas o comerciales. Estos edificios pueden ser vistos desde una perspectiva a la distancia que no sería posible en una calle. Imaginen ver la Catedral Metropolitana desde la otra acera de una calle en vez de mirarla desde el otro extremo del Zócalo (plaza central de la Ciudad de México).

Las calles y las plazas son públicas, todo mundo tiene derecho a circular por ellas. Conectan con una serie de escenarios, tanto públicos, semipúblicos y privados. La gente tiene acceso a los escenarios públicos sin restricción o casi sin ella, a los semipúblicos lo tiene cuando existe una razón justificada para asistir y a los privados solamente cuando está adscrita a ellos o por invitación explícita o implícita de los moradores.

Los equipamientos de calles y avenidas tienen como objetivo crear la sinomorfia para la circulación de personas y vehículos y se ven reguladas por reglas administrativas y otras implícitas. Las distintas culturas aplican estas reglas de modos diferentes. Por ejemplo, en los Estados Unidos en los 40s y 50s las reglas de circulación vehicular y de tránsito peatonal eran sumamente estrictas y con sanciones severas. Actualmente la aplicación de estas se ha flexibilizado y se ven personas cruzando la calles con el semáforo en alto o a mitad de la cuadra. En México, especialmente en la ciudad capital, es mucho más caótico y en El Cairo, Egipto hay una anarquía total. Sin embargo existen reglas implícitas que son las que permiten que las cosas funcionen a pesar de ello.

Un aspecto muy interesante es el caso de la dicotomía calle-banqueta. La calle está diseñada para la circulación de vehículos. En otras épocas lo estaba para la circulación de carruajes tirados por animales de tiro y por jinetes y las banquetas para la circulación de peatones.

La banqueta es una superficie unos 20 cm más alta, pegada a la orilla de los edificios que rodean la calle, con el objetivo de que los peatones circulen libremente y con seguridad sobre ella. Las reglas explícitas señalan que los vehículos no deben circular por las banquetas, excepto para entrar a un sitio de estacionamiento. Sin embargo, en México, muchos automovilistas estacionan sus vehículos sobre la banqueta en calles y avenidas con mucha circulación.

La banqueta, hecha formalmente para circular, cumple, sin embargo, muchas otras funciones como ser lugar de socialización, de venta con los vendedores circulando y ofreciendo sus productos o apropiándose de espacios para la venta, situación que va desde solamente pararse en un sitio para ofrecer la mercancía, hasta la construcción de un puesto, con materiales permanentes. Los niños juegan en ellas y frecuentemente cuentan con prados con plantas o árboles.

La reglamentación y el equipamiento van dirigidos a agilizar la circulación de vehículos y peatones, pero con frecuencia los intereses particulares de las personas afectan de modo contrario. Por ejemplo, en la Ciudad de México, es un hecho que el número de vehículos de motor ha estado creciendo al doble de la población de habitantes. La cantidad de vehículos rebasa la capacidad de las calles, ya que estas tienen una superficie constante y cada vehículo requiere de un área que ocupa al desplazarse o estacionarse. En este tenor, las autoridades de tránsito prohíben el estacionamiento en las zonas del centro y en muchas avenidas y calles de mucha circulación. Sin embargo, por el costo económico, el costo en tiempo y la falta de suficientes estacionamientos, a menudo los habitantes hacen caso omiso de las prohibiciones, creando pugna entre autoridades y ciudadanos.

Otro problema de las ciudades es el cruce. La superficie de la ciudad es un plano. Entonces la estructura de calles está dada por cuadras, que pueden ser cuadrados o rectángulos regulares con ángulos de 90º o por otras formas, frecuentemente irregulares, como en las ciudades medievales o las de los países árabes3. En las esquinas los vehículos cruzan sobre el mismo nivel, provenientes de las calles que confluyen. Esto llevó a poner policías que regularan el paso en intersecciones congestionadas, que producían trabazones y conflictos.

Eventualmente se desarrolló el semáforo para hacerlo de forma automática. Otra solución ha sido crear los puentes a desnivel vehiculares, los cuales suelen ser una buena alternativa porque ponen en tercera dimensión la situación, haciendo que los vehículos no crucen al mismo nivel, pero generando más complicaciones que también valdría la pena estudiar, desde el punto de vista de la psicología ambiental. Además de que se trata de una tecnología cara y no muy estética.

El mismo inconveniente lo enfrentan los peatones, donde los costos personales de una colisión con un vehículo son más altos, pues implican lesiones y ponen en riesgo la integridad física (quedar lisiado) e incluso la vida. Un porcentaje alto de las muertes en una urbe son debidas a accidentes automovilísticos y la mayoría es debida a atropellamientos.

Una solución ha sido incrementar las sanciones a los automovilistas que atropellen peatones, pero en las megaurbes es muy frecuente que el causante del accidente escape. Otra ha sido el desarrollo de pasos peatonales, pero a menudo las personas no los usan porque confían en su habilidad personal para sortear el tráfico y el uso de pasos peatonales tiene altos costos por la mayor distancia, mayor tiempo, mayor esfuerzo y un riesgo muy alto de ser asaltado en ellos. Este es un problema que requiere investigación.

En Beijing China en algunas avenidas se ha encontrado un recurso muy ingenioso: las banquetas (con barandillas) están altas con respecto a las calles y la entrada de los edificios, por tanto los puentes peatonales quedan a la altura de las banquetas y las personas no tienen qué hacer un esfuerzo con el consecuente gasto de energía y en ningún momento corren riesgo de ser atropelladas.

Ahora, las calles llevan de un lado a otro y ponen en contacto diferentes escenarios, de modo que se tiene una gran disponibilidad de acceso. Mientras más grande, mayor es el número de escenarios posibles.

La naturaleza de la ciudad está dada por el hecho de que la adaptación humana es y ha sido a través de la tecnología, homo sapiens en lugar de esperar cientos, miles o millones de años para conseguir un cambio, transforma el ambiente: construye entornos para regular el clima, usa instrumentos para generar cambios y modificar el ambiente, usa herramientas y máquinas. La dinámica adaptativa social es producir algo e intercambiarlo por otros bienes o servicios y lo que se ha regulado con el tiempo es utilizar estándares (por ejemplo los sistemas de pesos y medidas, las monedas) cuya principal función es el cambio.

La ciudad es la síntesis del proceso evolutivo social: una vez generada una X tecnología, el proceso de adaptación procede a través del intercambio de productos (el comercio); se generan sitios para la producción de bienes o servicios o los bienes se mueven a centros de distribución y las personas van a esos centros de distribución a adquirir los bienes (centros comerciales, mercados); o los servicios van a los lugares de consumo, como un médico que visita a su paciente en casa. La dinámica de la sociedad humana que subyace a la adaptación de la especie se supedita a la capacidad de sus miembros para generar cambios en el entorno que produzcan adaptaciones que no requieren variaciones en la propia especie. Estos cambios al entorno o a uno mismo se hacen colectivamente y se les conoce como trabajo y sus productos son la tecnología.

La ciudad concentra a productores y compradores de bienes y servicios, haciendo posible el tránsito de personas y productos. Las personas a los centros de producción de esos bienes y servicios o a la adquisición de los mismos y hacia los prestadores de servicios cuando estos no son proporcionados en su centro de distribución; y los productos, mediante el tránsito de materias primas y de mercancías terminadas a los centros de producción y comercialización.

Así, la dinámica de la ciudad se ve determinada por la operación de la producción de bienes y servicios y su comercialización; los escenarios conductuales son los sitios donde habitan los moradores o los lugares de producción de bienes y servicios; o los sitios donde se regula en diversos niveles el proceso.

La gran diversidad es la que hace a las urbes tan ricas, estimulantes y satisfactorias. La ciudad se va organizando pues los que se ocupan de cierto ramo tienden a agruparse, acentuando la competencia. La ciudad también se segrega en zonas habitacionales y las dedicadas al gobierno. Estos agrupamientos no son estrictos y con el tiempo las fronteras se diluyen, pero hay cierta lógica.

Otra segregación es la de clase. Las clases sociales tienden a conglomerarse en áreas homogéneas. Las clases de menos ingresos lo hacen por no tener recursos para comprar o rentar en las zonas de clase más alta y las altas porque de este modo generan barreras para no tener contacto con las más bajas. Esta segregación sin lugar a duda está en el interés de convivir con los que tienen el mismo nivel de vida y conservar el poder evitando que la formación de parejas heterogéneas diluya el capital concentrado.

Otro aspecto de gran importancia es el cognitivo y valorativo. La ciudad no sólo es un ente objetivo que existe en sí y por sí, también es un ente subjetivo. La gente tiene una representación social de la ciudad, con aspectos colectivos, construidos socialmente a través de la comunicación y otros más o menos idiosincrásicos.

Lynch (1960) estudió la imagen de la ciudad. Estos estudios fueron ampliados por Downs y Stea (1973,1977). La idea es que los sujetos tienen una representación de la ciudad; en la forma de una imagen mental; una representación cognitiva que les permite moverse en ella, encontrar lo que necesitan y orientarse. Sin embargo, la gente a menudo usa apoyos cognitivos como mapas. Si bien esto lo hacen con mayor frecuencia los forasteros que visitan la ciudad, incluso los locales lo requieren.

Por otra parte, hay un exceso de información que hace que mientras más grande sea una ciudad, más difícil sea conocer todas sus posibilidades y, por lo mismo, sus oportunidades.

Pol y colaboradores (1995) han estudiado la forma como la ciudad es una fuente de identidad para sus habitantes. Así, el pertenecer a la ciudad, a un barrio específico o a una clase de habitante determina la noción de sí misma de cada persona. La cohesión y la identificación afectan la identidad y esta atañe al modo como participan en los programas sociales.

Finalmente, desde el punto de vista ecológico, las ciudades son sistemas abiertos a los cuales llega materia (insumos como alimentos, agua indispensable para la vida, materias primas, productos agrícolas, entre muchos otros elementos), así como energía, (eléctrica, solar), información (correo, Internet). Pero igualmente se producen desechos sólidos (basura), del aire (contaminantes que dan lugar a la lluvia ácida). Salen productos de la tecnología, agua de desecho que lleva sustancias químicas y microorganismos que contaminan el mar, lagos, ríos y los mantos freáticos y que cambian los ecosistemas. Los campos son sustituidos por concreto y cemento que ya no permiten la filtración de agua de lluvia hacia el subsuelo y acaban con innumerables especies animales y vegetales.

Un ejemplo impresionante es la Ciudad de México que hizo desaparecer al hermoso Valle de México.



Conclusiones

Las ciudades son sistemas hipercomplejos con conexiones internas y una actividad que genera su dinámica, así como conexiones externas que las integran al sistema global de la sociedad humana.

El sistema interno está constituido por escenarios conductuales: sitios y vías de comunicación. Los escenarios-sitio son conectados por los escenarios-vía que permiten los procesos de intercambio social y económico, eje vital de las ciudades.

El diseño de las ciudades hace que funcionen más o menos adecuadamente tanto en su estructura global como en la estructura de cada uno de sus escenarios.



Referencias

Barker, R. (1968). Ecological Psychology: concepts and methods for studying the environment of human behaviour, Stanford, CA; Stanford University Press.

Downs y Stea, D. (1973). Image and environment: cognitive mapping and spatial behaviour. London; Edward Arnold.

Downs y Stea, D. (1977). Maps in minds: reflexions of cognitive mapping. NY; Harper and Row.

Garrido, J.B. La pirámide de Cuicuilco: la leyenda. Ciencia y escepticismo. http://intercosmos.iespana.es/reportajes/ciencia/cuicuilco.htm.

Gibson, J.J. (1979). The ecological approach to visual perception. Boston: Houghton Mifflin.

Gibson, E. J. y Walk, R. D. (1960). The visual cliff. Scientific American 202, 64-71.

Lynch, K. (1960). The image of the city. Cambridge, MA; MIT Press.

Pol, E. Wardiz J, Valera S, Wiesenfeld E, Uzzel, D (1995). Cohesión e identificación en la construcción de la identidad social: la relación entre ciudad, identidad y sostenibilidad. http://www.cge.udg.mx/revistaudg/rug19/articulo4.html

 

Notas

1 Ofrecimiento es nuestra traducción de affordance, un neologismo creado por Gibson para denotar el hecho de que las superficies ofrecen oportunidades para ejecutar ciertas conductas y limitan otras. Regresar al texto.

2 El tianguis de los indígenas mesoamericanos utilizaba la plaza con este objetivo y actualmente se sigue usando así en muchos pueblos de América. Regresar al texto.

3 Muchas otras culturas tienen formas irregulares en el diseño de las calles y las cuadras. Fue en Europa, más específicamente en Francia que, por motivos del tránsito vehicular, se inició el trazado urbano reticular, aunque existieron otras ciudades antiguas con una traza más o menos regular. Regresar al texto.


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